Muchos/as amigos/as objetan que el uso de lamparas de bajo consumo, fluorescentes compactas, son un riesgo para la salud por el mercurio que contienen.
Habría que contestar, es verdad, lo contienen y a la vez, recogiendo una afirmación del ecologista Barry Commoner, “No existe alimento gratuíto” es decir, que todas nuestras actividades tienen impacto.
Así que lo más conveniente es ver con detenimiento el problema.
Siguiendo datos de la EPA norteamericana, una bombilla fluorescente tiene unos 4 mg de mercurio y varios fabricantes reducen esa cantidad a 1,4-2,5 mg. De ese mercurio solo el 14% iría a parar al aire o al agua en el caso de que la lampara se rompiera y fuera abandonada, lo que en el peor de los casos serían 0,6 mg.
Si atendemos a los datos de emisiones de mercurio de 2007, del Ministerio de Medio Ambiente Rural y Marino de España, el 55% de las emisiones de mercurio proceden de la quema de carbón en las centrales eléctricas, casi 2 toneladas año, 2.000.000.000 mg es decir el equivalente a 3.333 millones de bombillas abandonadas cada año.
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